Podrán cortar la droga pero no la primavera, el último disco
de Lendakaris Muertos es, por muchos motivos, un disco lendakarísimo y desgobernado,
escrito y grabado al más puro estilo Puigdemont, durante el exilio de los
lendakaris en América. Como los grandes grupos internacionales —porque ellos ya
lo son, y que tiemblen los pedestales de Dead Kennedys y Ramones, de todos los
presidents del punk—, las canciones de este trabajo de avión y manta, de
furgoneta y mate, han sido compuestas durante la gira “pandamericana” que el
grupo realizó en el verano de 2017 por Estados Unidos, México, Colombia,
Argentina y Chile.
Y sin embargo, a pesar de la distancia, o gracias a ella,
los temas vuelven a ser lendakarismo puro, sin cortar: chutes concentrados de
punk, con letras gamberras e ingeniosas, que circulan por carreteras de doble
sentido y que desatan la risa floja. Y es que desde lejos a los gilipollas se
les ve más grandes: en Podrán cortar la
droga pero no la primavera las canciones nos hablan de gente que se hace
selfies un segundo antes de morir (Fotomaton), o que mueren a largos plazos
viviendo la vida en diferido a través de la pantalla con grumos de esperma de
una tablet (Lamentablet); de gente que se graba los granos del culo en alta
definición mientras hace porno doméstico, sin medir las consecuencias (El 4k se
llevó a mi chica); que veranea en playas
paradisiacas convertidas en un pispás en una película gore, en un infierno de
sangre (Ultimo resort); que grita consignas radicales en la grada de un estadio
de fútbol y anima a su equipo con la camiseta con publicidad de un banco o una
petrolera (Odio los partidos) y que
tiene por libro de cabecera el Marca —como el lendakari de España— y por eso no
sabe que Pablo Neruda, a quien Lendakaris muertos homenajean en el título de
este disco, no es un delantero centro chileno… De un mundo, en definitiva, que
creemos que cabe en la pantalla de un móvil y en el que los puños alzados se
han sustituido por likes y emoticonos o caquitas sonrientes (idea que resume
magistralmente la portada, como en el disco anterior, del gran Miguel Brieva)
Este octavo trabajo del veterano grupo pamplonés y a la vez
nueva y tal vez única promesa mundial del punk, grabado por Pablo Giadach y por
Federico Pertusi, el legendario cantante de la banda argentina Attaque 77, y
mezclado y masterizado por Kaki Arkarazo, es pues lendakarísimo, pero a la vez
es también un disco novedoso en el recorrido de la banda, extraño, diferente a
los anteriores. Y así, en algunos de sus temas, ¡sacrilegio a vuestras almas!,
aparecen afinados coros, pequeños punteos… Los singles Odio los partidos y el 4
k se llevó a mi chica, por ejemplo, son
auténticos y melódicos trallazos de larga duración ¡más de dos minutos!,
llamados a convertirse en himnos de la banda. Y junto a ellos los habituales
fogonazos punk, los trabalenguas para corear, los pequeños homenajes ocultos a
otras banda.
Por si eso fuera poco, en este desgobierno, por primera vez
los lendakaris publican con sello propio, Qué mala patria, y acompañan el disco
de un DVD, Sin speed hasta Madrid, con un concierto grabado en la madrileña
sala But, en el que incluyen lo mejor de su repertorio, y en el que el
reproductor de video te escupe a la cara gotas de sudor y cerveza y te
teletransporta a uno de los intensos y descacharrantes directos del grupo.
Texto: Patxi Irurzun.